Existe la creencia generalizada de que las experiencias de la niñez y adolescencia determinan en gran medida nuestras vidas como adultos. TeorÃas psicológicas y psicoanalÃticas han enfatizado la importancia fundamental de la infancia en el desarrollo de la personalidad y patrones de comportamiento. AsÃ, se tiende a asumir que una infancia feliz y estable produce adultos seguros, mientras que traumas y abusos generan problemas psicológicos permanentes que casi no son resolubles ni con terapia psicológica.
Esta visión determinista de la infancia como destino está muy arraigada en el imaginario colectivo. Sin embargo, no se ajusta completamente a la realidad. Si bien la infancia nos influye de manera significativa, no nos define de manera absoluta como adultos. Las personas tenemos una gran capacidad de cambio, adaptación y crecimiento a lo largo de nuestras vidas.
Investigaciones han demostrado que, incluso con experiencias adversas en la niñez, los adultos pueden sanar heridas emocionales, reconfigurar patrones de pensamiento y comportamiento, y lograr una vida satisfactoria. Nuestras vivencias tempranas ciertamente tienen un impacto, pero no son el único ni el más determinante elemento en la construcción de nuestra identidad y desarrollo. Somos mucho más que lo que hayamos vivido en la infancia.
Si bien la infancia y adolescencia tienen un impacto importante en el desarrollo, no es correcto afirmar que lo vivido en esas etapas tempranas nos determina de manera absoluta como adultos. La influencia de la niñez y juventud es significativa, pero no definitiva o inamovible.
Las personas tenemos una gran capacidad de cambio, adaptación y crecimiento a lo largo de la vida. No estamos irremediablemente atados a lo que fuimos o a lo que nos pasó en el pasado. Tenemos la capacidad de crecer, evolucionar y tomar el timón de nuestras vidas más allá de lo que hayamos experimentado en el pasado.
Una persona que ha experimentado negligencia en su niñez no está destinada a tener baja autoestima o dificultades en sus relaciones; con el apoyo adecuado y esfuerzo personal, puede superar estos desafÃos y aprender a establecer vÃnculos saludables. Nuestra identidad adulta es el resultado de múltiples factores que interactúan a lo largo del tiempo, incluyendo nuevas experiencias, aprendizajes y relaciones.
Además, los seres humanos poseen una notable resiliencia que les permite adaptarse y superar adversidades. Sugerir que un solo incidente de la infancia puede definir completamente a una persona no solo es reduccionista, sino que también subestima nuestra capacidad de cambio y adaptación frente a las diversas etapas y desafÃos de la vida.
A menudo, los padres temen que sus errores, como gritar o no prestar suficiente atención a sus hijos, tengan efectos negativos permanentes en su desarrollo. Sin embargo, la crianza, aunque influyente, no es determinante ni irrevocable. Los niños tienen la capacidad de superar las dificultades y no están irremediablemente atados a las acciones o inacciones de sus padres durante la infancia.
Esto se debe a varios factores:
Resiliencia de los niños: Los niños tienen una notable capacidad de adaptación y de sobrellevar situaciones adversas, al igual que los adultos. No por parecer seres indefensos son mucho más vulnerables.
Plasticidad del desarrollo: El cerebro y la personalidad del ser humano siguen evolucionando y transformándose a lo largo de la vida.
Otros entornos y relaciones: Además de los padres, los niños interactúan con otros adultos, pares, maestros, etc. que también aportan elementos a su desarrollo.Â
Capacidad de cambio en la adultez: Incluso si una persona tuvo una infancia difÃcil, en la edad adulta cuenta con más recursos, madurez y autonomÃa para modificar pautas de conducta.
Por lo tanto, como padres no debemos angustiarnos pensando que nuestros errores o limitaciones condenarán irremediablemente a nuestros hijos. Nunca se sabe.
La creencia de que la infancia es traumática y determinante para la vida adulta tiende a darse en sociedades con comodidad material. Aquà se genera una visión idealizada de la niñez como época feliz y protegida.
Sin embargo, esto contrasta con la realidad de gran parte del mundo, tanto histórica como actual. En buena parte del globo, las condiciones de vida infantil han sido muy duras, marcadas por pobreza, explotación y abuso. En muchas culturas, los niños eran vistos como "proyectos de adultos", no como seres con derechos propios.
Hasta hace poco, era común pegarles a los niños o tratarlos de manera autoritaria, sin la idea de que merecÃan cuidados y afecto. Por lo tanto, la noción de la infancia como etapa idÃlica y traumática es más propia de sociedades con privilegios materiales y una mirada romantizada sobre la niñez.
De todo esto habló Julia Palacios Maeso en nuestro canal de Youtube. La psicóloga nos dejó frases como éstas:
(Lo vivido en la infancia) es una cicatriz, pero no una herida
El cambio para mà es lo que nos hace humanos, mejor dicho, seres vivos
(Estas teorÃas) nos están reduciendo a algo muy pequeñito y muy simple. Son teorÃas muy reduccionistas, poco realistas y que realmente meten a la gente en una cárcel
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